Hablar de Lima y los “limeños” siempre ha sido motivo de largas
discusiones. Algunos, muy pocos ya, hablan del auténtico “limeño mazamorrero”;
hoy, la gran mayoría, hablan del limeño emergente, del aquel que es producto de
un crisol de razas y culturas. Lo impensable es ya realidad; expresiones
musicales la cumbia se escucha por igual en Asia como en “El Huaralino” y el
“tallarín a la huancaína” o la quinua antes denostados hoy ya forman parte de
la carta de los restaurantes “top”.
Si retrocedemos a 5 mil años atrás, podríamos estar frente a uno de los
habitantes que formaron parte de los inicios de la civilización del Perú y que habitaban la zona de la huaca
“Paraíso”. Lima fue por muchos años el centro de un conjunto de centros
religiosos cuyos restos se esparcen a lo largo y ancho de la actual capital del
Perú. Con la llegada de los Incas, como algo único, coexistieron la adoración
al Sol y al dios Ishma en Pachacamac, 20 kilómetros al sur de Lima.
Luego de una fallida fundación de la primera capital del Virreinato (en
Jauja), el valle del Rímac fue elegido para ser sede de la capital del más
importante Virreinato de América. Con la llegada de los españoles, vinieron los
negros convertidos en esclavos, la religión católica y sus congregaciones que
dieron origen a una intensa vida no solo religiosa sino cultural. Un ejemplo de
ello fueron los ritos que aquí se fundieron con los incaicos y dieron origen a
una religiosidad “sui generis”.
Gran parte de las costumbres culinarias de la llamada comida criolla de hoy
provienen de la colonia, tanto la que
provenía de la gente pobre como los dulces y los platos “más gourmet”.
Con el inicio de la lucha emancipadora y la República, se dio inicio a una
serie de migraciones, las que aportaron nuevas costumbres, emprendimientos,
modas y otros. Con un lapso de 40 años llegaron primero los chinos y luego los
japoneses. Las primeras fábricas se instalaron y los italianos abren las
primeras panaderías, la mayor parte de ellas ya cerradas como “Elio Tubino,
Malatesta o La Virreyna” y la aún existente en la calle de Los Huérfanos, que
lleva ese nombre, entre otras.
Con la llegada del siglo XX, la ciudad experimentó profundos cambios. Las
avenidas se ensancharon, se construyeron plazas y Lima comenzó un proceso de
crecimiento. Los Barrios Altos fueron sede de hermosas casas como la Quinta
Heeren y el barrio de Santa Beatriz fue el inicio de la proyección del centro.
Sin embargo ese “desarrollo” significó también la destrucción de la
“muralla y puertas de Lima”, el arco morisco al inicio de lo que es hoy la
avenida Arequipa así como la necesidad de nuevos medios de comunicación como
los tranvías que unían el Centro con los balnearios del sur (Miraflores,
Barranco y Chorrillos) así como con el Callao.
Un hito importante fue el Centenario de la Independencia que dio origen años
antes y durante esa época a la construcción de parques y plazas como la Plaza
Francia y la 2 de Mayo, la construcción del antiguo Estadio Nacional, y
alamedas con hermosas casas como el Paseo Colón, la consolidación del Parque de
la Exposición y la Reserva y una intensa vida social y cultural cuyos íconos
fueron el antiguo Palais Concert (hoy convertido en una tienda de
departamentos), el Hotel Bolívar, los bares Morris y Maury.
Continuará….
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