Mucho se habla de ecoturismo, alternativa a los viajes tradicionales, sin
embargo es bueno precisar qué entendemos por ecoturismo como alternativa.
Primero tenemos que tener en cuenta dos características: son viajes en
zonas aledañas a áreas naturales protegidas y cuidando la sostenibilidad de
esas áreas y por tanto teniendo respeto
por el ecosistema y un trato igualitario a las poblaciones involucradas en esos
espacios.
Al respecto hay gente que critica el nombramiento de la Amazonía como
séptima maravilla natural pues considera que traerá un mayor flujo de viajeros,
lo que ocasionará severos problemas de “carga” y que finalmente ésta va en
contra de lo que se piensa debería ser, es decir pequeños grupos de viajeros
que respeten el medio ambiente, pocos operadores en alianza con las poblaciones
locales y el menor consumo de recursos no renovables.
Es cierto que hay operadores que se dicen “proteccionistas” y no lo son y
que muchos viajeros no son respetuosos de la protección del medio ambiente pero
ello no debe llevarnos al error de generalizar.
Se dice que el 2011 fue un año record para las vistas a las Areas naturales
Protegidas pero que no lo fue tanto para la Amazonía. Es más se dice que la
Amazonía no es aún un producto turístico. Sin embargo hay muchos proyectos y
también ya inversiones consolidadas pero ahí surge “la misma observación”, que
no son proyectos involucrados con las comunidades en calidad societal.
Está claro que todo proyecto debe ser respetuoso de la protección y
conservación del medio ambiente y de sus normas milenarias sin embargo querer
tener la “última palabra para bendecir un proyecto” es una característica de
gente “de gabinete” o ligada con ciertos grupos que desean seguir usufructuando
los destinos de una manera casi oligopólica.
Destinos como el Manú, Tambopata e Iquitos deben ser consolidados cuidando
su sostenibilidad y otros como la Selva Central, Tingo María, Pucallpa,
Amazonas y otros deben ser promovidos y fomentar emprendimientos que los doten
de infraestructura que permita iniciar el proceso de convertirlos en “productos
turísticos”. Y mucho ojo con las nuevas amenazas a las áreas naturales
protegidas como es la minería ilegal, la tala indiscriminada y el narcotráfico.
En estos casos el Estado tiene la palabra.
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