Mucho se habla hoy en día de inclusión, de emprendimientos y de igualdad de
oportunidades. Se “descubre” el mundo andino con “ojos de citadinos” y esa
cosmovisión es objeto de interés en todos los campos y el turismo no puede
dejar de ser uno de ellos.
No hace mucho, las comunidades nativas más conocidas eran los Yaguas en
Loreto así como los Uros y Taquile en
Puno; pero gracias al apoyo de agencias de cooperación internacional de
gobiernos amigos o de algunas ONGs se han trabajado proyectos, ya exitosos, en
algunos lugares tales como Llachón, Capachica, Amantani en Puno, Honcopampa en
Ancash, el Valle del Colca en Arequipa,
Chinchero y otros más en Cusco; por citar algunos.
¿Ahora que entendemos por “vivencial”? Creemos que es aquella forma de
compartir nuestras vacaciones o tiempo libre en lugares “auténticos”, durmiendo
en casas de los habitantes del lugar, comiendo de su misma cocina y haciendo
las labores diarias que todos los comuneros hacen. ¿Esta definición tan simple
es una forma verdadera o no de acercarnos a estas cosmovisiones?
Creemos que aquí está el punto. Muchas comunidades aprovechan el interés de
los viajeros por conocer más cerca sus costumbres y compartirlas e inventan
circunstancias o se da el caso de aquellos que van a ver con el ánimo de
“descubrir nuevas emociones” pero no respetando una posición de “igual a
igual”. Creemos por tanto que ni una ni otra posición ayuda a un desarrollo de
esta forma de aproximación intercultural.
Sobre el papel de algunas ONGs debemos decir que su papel algunas veces no
ha sido sincero. Su interés algunas veces ha sido para justificar el gasto de
recursos conseguidos en los circuitos financieros del “primer mundo” y no para
generar una sincera propuesta de desarrollo. Sabemos de algunos casos que luego
de haber “financiado” algunos proyectos, han buscado favorecerse de ellos
mediante negocios particulares. Felizmente que estas situaciones no son las
mayoritarias.
Las propuestas vivenciales, entendiéndose éstas como la búsqueda sincera de
intercambio de experiencias en igualdad de condiciones, supone que los
operadores también participemos de manera honesta y paguemos a las comunidades “precios
justos” así como “en forma oportuna” y no llevándonos “la parte del león”.
Incluso muchos viajeros vienen con esta preocupación y están atentos que se
produzca de esta forma.
Ahora bien, como se habrán podido dar cuenta hemos estado hablando solo de
experiencias en el ámbito rural, ¿pero es posible hablar de “turismo vivencial”
en las ciudades e incluso en una ciudad inmensa como Lima?. Creemos que sí, si
definimos el término “vivencial” como
“el vivir el día a día”. Nosotros, ECOAVENTURA VIDA, ofrecemos paseos en
la ciudad en buses de servicio ´público, en ciertas horas que no sean las
“horas punta por obvias razones, o ir a zonas de la periferia para que los
viajeros vean por ejemplo los emprendimientos en la zona industrial de Villa El
Salvador o la zona de la Panamericana Norte, donde se ofrecen construcciones de
madera. Otras de las formas de “vivir” una ciudad es ir a los mercados de
abastos, algo que hoy es replicado en los llamados “tours gastronómicos” o
simplemente pasear a pie por el Centro Histórico o por las calles “no
turísticas” de Pueblo Libre o Barranco, por citar dos distritos. Otra forma de
vivir estas experiencias es compartiendo la vida diaria en casas como lo hacen
los estudiantes de intercambio, por ejemplo.
El mayor aporte es este tipo de turismo es que aquellos que han participado
en estas experiencias se van con mayor tolerancia, con una visión del mundo más
amplia y con un genuino respeto a las diferencias entre los seres humanos.
Creemos que el mundo necesita de más personas con estas visiones, con estas
posturas de vida y menos prejuicios. Muchas guerras se habrían evitado si la
humanidad hubiera compartido de manera más sincera.
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