En estos últimos días varias voces han surgido para reclamar por dichos de
corte racista que han sido proferidos
por varios ciudadanos de Lima. En una coyuntura de enfrentamiento político,
surge la discusión sobre en qué tipo de ciudad vivimos.
Se ha venido realizando un gran esfuerzo por reconocer y construir el
carácter multiétnico e intercultural de Lima, cuyo origen no se remonta
solamente a su fundación española sino a un pasado pre-inca cuyos vestigios se
levantan a lo largo y ancho de la ciudad. Puruchuco, Pachacamac, Pucllana y
otras “huacas” son una muestra de la presencia de culturas ancestrales como
Lima e Ishma. A ellas se le suman algunas iglesias y casonas del Centro
Histórico, sobre todo las construidas a partir
de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, las mismas que resistieron a los terremotos que
azotaron la Lima Colonial. Sin embargo
el gran salto de Lima como ciudad fue a inicios del siglo pasado bajo el
influjo de una corriente afrancesada. Ahí están el Paseo Colón, las casas de La
Colmena, La Plaza San Martín, las casonas de la Calle Belén y el inicio de un
proceso de urbanización que expandió la ciudad.
Recién a fines de la década de los 40s del siglo pasado, aparecen las
primeras oleadas de migraciones que dan origen a Comas, San Juan de Miraflores
y el asentamiento de pobladores en los cerros de Lima. Todo ello configura una
nueva Lima. La Lima Aristocrática da paso a una ciudad con múltiples rostros,
que surgen con esfuerzo y sacrificio.
Ya en los 70s se acentúa el proceso urbanizador. En donde antes existían
campos de cultivo y antiguas haciendas, se levantan lugares como Maranga, Camacho, La Calera y otros
lugares. A ello se suma el nacimiento de Villa El Salvador en un inmenso arenal
y luego en la zona de Huaycán, aunque ya en un proceso mucho más ordenado.
A partir de los 80s Lima cambia sustancialmente. Sus problemas se
multiplican conforme crecía su población. Sus angostas calles en el Centro
Histórico y sus vías a lo largo de la ciudad ya no permitían un fluido tránsito
de un cada vez creciente parque automotor. Alguien dijo que el gran problema
de Lima es sin duda su caótico tránsito
y si se solucionara este problema, otra sería la situación. Sin embargo todo
requiere planificación y esto es justamente lo que falta.
El déficit de infraestructura es evidente y tardarán años hasta que
concluyan las obras que hoy figuran aún en maquetas. Un uso más racional y
eficiente de la Costa Verde y la limpieza de los ríos que cruzan la ciudad aún
son temas pendientes. Lima requiere más áreas verdes y un aire más puro.
Todo ello se puede solucionar pero lo que sí es difícil erradicar son las
taras de ciertas personas que siguen discriminando o creyendo en la existencia
de “linajes”. De hecho Lima ya no es la de antes. Ni siquiera Lima es la de
hace 20 años. Los llamados conos ya no existen más. Hoy se habla de Lima Norte,
Lima Sur o Lima Este. Enormes centros comerciales están presentes por todo lado
y la clase media se sitúa no solo en la Lima Céntrica sino por Los Olivos, San
Juan de Lurigancho, Independencia y en la gran mayoría de distritos.
Hablar de emprendimientos nos llevan al Centro Comercial de Gamarra o a las
miles de pequeñas empresas en donde la inversión y el trabajo impulsan una
economía en crecimiento.
Combatamos cualquier idea malsana y retrógrada de querer marcar Lima con
diferencias étnicas o sociales. Lima es una pero a su vez tiene múltiples caras.
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