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miércoles, 7 de marzo de 2018

NO MAS CAOS¡



Foto: Todo Autos

Para describir el caos que significa el transporte en Lima no se necesitan sesudos análisis de oeneges dirigidas por especialistas que antes han estado del otro lado del mostrador o sea ocupando cargos públicos con los cuales hicieron poco o nada para solucionar el grave problema de movilizarse en la capital del Perú.

El domingo pasado y ayer, el diario El Comercio ha publicado sendos informes sobre el servicio de taxi y de colectivos informales que son parte del problema señalado.
Muy buena descripción de la problemática pero es necesario decir que ellos, entre otros, son parte del problema (y lo retroalimentan) debido a que desde el Estado no somos capaces de solucionar las causas de tanta informalidad y caos.
El informe del decano muestra que hay una evidente sobreoferta de taxis, donde no están cuantificados servicios como taxis por aplicativo como Beat o Uber. ¿Por qué usamos taxi en vez de tomar un bus de servicio público? Sencillamente porque éste no satisface con calidad la necesidad de trasladarse en la ciudad. Un caso patético es el del Metropolitano donde en las horas punta los usuarios viajan apiñados como en los buses que existían antes que las combis invadieran las calles de Lima. ¿Dónde están los organismos reguladores o la Municipalidad de Lima? ¿Acaso los concesionarios del servicio han cumplido con haber incorporado más buses al sistema como debería estar en los compromisos asumidos?

Está pendiente en el Congreso la creación de un organismo que vele por el transporte público tanto en Lima como en el Callao, como debería ser, pero hasta ahora no se discute esta propuesta que hizo el Ejecutivo meses atrás. Dejadez que permite que taxis que no obtienen el permiso para circular en Lima, lo obtienen en el Callao con el que circulan sin problemas.
La existencia de colectivos informales en varias rutas de la capital nos muestra dos cosas; una, la incapacidad para que el Estado haga cumplir las leyes y normas que emite y dos, la realidad –vale decir una demanda insatisfecha- plantea la necesidad de adaptar las normas a dicha realidad.

El caos de transporte no se limita a normas sino básicamente a su cumplimiento. Requisitos engorrosos implican que las normas tiendan a no cumplirse por el alto costo que representa su cumplimiento. Sin embargo ya es hora que los cientos de unidades de servicio público y sus respectivos conductores que tienen decenas de miles  de soles por pagar debido a infracciones dejen de circular. Los que tienen que afrontar estas responsabilidades son informales y por tanto casi no hay forma de que afronten los requerimientos de pago. No es posible que la ley proteja a los propietarios de las unidades infractoras so pretexto que no pueden ser incautadas porque son “armas de trabajo” o menos que combis destartaladas sigan circulando apelando al “derecho de trabajar” que dicen tener los propietarios de ellas.
Evidentemente la realidad ha sobrepasado a un orden caduco. No es posible que la policía no haga nada para impedir los paraderos de colectivos informales que funcionan a vista y paciencia al punto que El Comercio los señala con precisión.
Es cierto que hay detalles muy puntuales que hay que tomar en cuenta como que si en un auto de uso particular que hace servicio público chocase y hubiera heridos, éstos no podrían ser atendidos con la cobertura de un seguro que no cubre estos hechos. La creación de un producto ad hoc deberá ser tarea para las compañías de seguros para ampliar su  demanda y por consiguiente sus ventas.
Finalmente, en relación al servicio de taxis por aplicativo, no es posible que un servicio que funciona bien (precios y calidad adecuados) sea objeto de ciertos intereses y quieran sacarlos del mercado. Veamos qué hacer para formalizar un servicio que no está regulado antes que la ciudadanía concluya que lo “no regulado” debería ser la opción pues funciona “mejor”.

Ya es hora que se trabaje pensando en soluciones. Con imaginación, dedicación y vocación de servicio desde el Estado y que los ciudadanos pongamos nuestro granito de arena.