Ayer la ciudad de Lima celebró sus 480 años de fundación española en medio
de celebraciones y repaso de agendas de carencias y propuestas.
Se debate aún, como si fuera relevante, sobre lo que es ser “limeño” cuando
es ya sabido que Lima se ha constituido ya desde hace un buen tiempo en una “nueva
ciudad” donde interactúan diversos nuevos actores, con perfil y carácter
propio. Los antiguos “asentamientos humanos”, hoy son parte de Lima Norte, Lima
Sur y Lima Este, donde sectores emergentes son la nueva clase
media.
Hablar de Lima ya no es hablar solamente de tradiciones o pasado histórico
sino de una ciudad joven, por la estructura de la edad de sus habitantes, pero
con problemas profundos aún por resolver.
Sin embargo queremos escribir sobre el Centro Histórico y sus
potencialidades de retomar lo que algún día fue hasta la década de los 70s. Una
expresión de esto es la avenida Nicolás de Piérola, que discurre desde la Plaza 2 de Mayo
hasta el Parque Universitario y de ahí hasta la Avenida Grau. ¿Se imaginan
ustedes lo qué sería una restaurada avenida que recobre su belleza pasada? Ya
este circuito ha sufrido un serio revés con el incendio de una de los ocho
edificios que circundan la Plaza 2 de Mayo, sin que hasta ahora haya visos de
que se haga algo para reconstruirlo.
La Avenida Nicolás de Piérola, llamada también La Colmena, fue inaugurada
en 1898 y alojó en sus hermosas casonas y también modernos edificios a numerosas
e importantes empresas; las mismas que “huyeron” del Centro Histórico ni bien
estalló la crisis social y económica a fines de los años 70s.
Emblemáticos lugares cerraron para nunca más abrir sus puertas, tales como
las salas de cine Venecia, Colmena, Le Paris, Metro y Colón
(alrededor de la Plaza San Martín); los famosos cafés Mario, Tívoli y Versalles,
el hotel Crillón (hoy convertido en sede de oficinas), el bar Palermo, el bar Negro
Negro en cuya entrada estaba la librería de Francisco Moncloa y Augusto Salazar
Bondy, entre otros.
En esta importante arteria aún se encuentra la sede principal de la
Universidad Federico Villarreal (en la antigua sede del colegio La Inmaculada);
la iglesia La Inmaculada; uno de los edificios más altos –en su época- en el
cruce con la Avenida Tacna; el hotel Bolívar; en los alrededores de la Plaza
San Martín, el majestuoso Club Nacional, un disminuido Círculo Militar y a la
altura del Parque Universitario, la Casona de San Marcos que hoy es un centro
cultural. Así también, afortunadamente, siguen abriendo sus puertas para sus
fieles clientes, la Panadería San Martín, el café Dominó, el renovado bar Zela
y nuevos emprendimientos como el Bistro Blanchaert; todos ellos alrededor de la
Plaza San Martín.
Un ejemplo de lo que puede hacerse lo ha dado la empresa Arte Express quien
ha puesto en valor no solo edificios alrededor de la Plaza San Martín sino el
mencionado ex Hotel Crillón y tiene en planes restaurar el edificio Popular y
Porvenir, entre otros. El trabajo de esta importante empresa marca el derrotero
de lo que se debe hacer. Las autoridades de Lima Metropolitana deben dar el
marco legal y normativo (por ejemplo que uniformice el color de sus fachadas,
el uso de letreros y otros) que fomente la inversión privada y permita que las
numerosas casonas y edificios puedan ser recuperados y posibilite el renacer de
esta importante avenida, no solo como una vía comercial sino como sede de
lugares culturales y de esparcimiento. Por
ejemplo, no es posible que emblemáticos lugares como el teatro Colón siga
cerrado esperando que sus propietarios aceleren los trabajos de restauración y
puesta en valor.
Esperemos que pronto podamos recorrer la avenida La Colmena, tomarnos un
café o asistir a una obra cultural.
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