A pocos días del aniversario 480 de la fundación española de la ciudad de
Lima caben algunas reflexiones sobre su presente y futuro.
Empecemos este artículo recordando lo que fue Lima antes del 18 de enero de
1535. Lima de siempre, por los vestigios arqueológicos que se perennizan en las
llamadas huacas, fue un importante centro religioso y sede de culturas que van
más allá del Imperio Inca. Recientes hallazgos en la huaca Paraíso confirmarían
que incluso su existencia se remontaría a los primeros tiempos de civilización
en lo que constituyó el territorio que hoy es el Perú. Así mismo fue escogida
como sede capital del naciente Virreinato debido a su posición adyacente al
mar, con tres cuencas (Rímac, Lurín y Chillón) y su ubicación central,
geopolíticamente importantísima.
Lima es considerada la segunda más grande ciudad-oasis del mundo y sin
embargo pocos saben este detalle. De ahí
lo importante que constituye, por tanto, el uso racional y eficiente del agua. Un
primer problema que se debe enfrentar prontamente es el
excesivo consumo de este recurso lo que sin duda alguna constituirá en no muy
poco tiempo un grave asunto que afectará a millones de habitantes de esta
ciudad.
Hay ya un primer paso dado. En los últimos días del pasado año, se presentó
el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima-Callao (PLAM 2015), el mismo
que da las líneas maestras pero lo que se requiere es “acción gerencial” que
transforme lo escrito en acción y obras tangibles. Eso esperamos.
Sin embargo hay un detalle que resaltar. Los limeños somos muy críticos
respecto a nuestra ciudad; sin embargo los turistas que nos visitan tienen otra
visión. ¿Qué estará ocurriendo?
¿Hay una ciudad donde transitan los limeños y otra “turística”? Quizás esto
sea una primera aproximación a esta diferente mirada, sin embargo valga decir
que el turista en un gran porcentaje tiene por primera aproximación la ruta que
conduce del aeropuerto a su hotel sea en Miraflores, San Isidro o el Centro de
Lima, ruta con un tremendo caos
vehicular y mucha inseguridad. Pasado este “primer susto”, las cosas
mejoran pues las zonas turísticas son más amigables y con menos problemas. Sin
embargo, hemos escuchado opiniones de estos turistas apreciando con enorme
interés nuestro Centro Histórico a pesar que éste, hoy en día, presenta serios
problemas de contaminación ambiental y sonora, deterioro en sus inmuebles, caos
en el tránsito y como en toda ciudad, inseguridad.
Entonces, ¿qué es lo que hace que el turista promedio se sienta
impresionado por la ciudad?. Hay muchos factores que han sido ya resaltados por
muchos: su arquitectura, la gastronomía, su cercanía al mar –que no es
apreciada aún por las autoridades -, su múltiples oportunidades de
entretenimiento, entre otros. Podríamos decir, por tanto, que es posible que
sea un asunto de “percepción”. El visitante ocasional (turista) se llena muchas
veces de paciencia y trata de percibir con mayor interés las cosas positivas.
Total, él está de paso; mientras que nosotros vivimos cotidianamente “nuestra
realidad”; la misma que estamos obligados a modificar desde el lugar donde
estemos, sea como vecino, sea como autoridad o como un simple ciudadano.
Múltiples son las cosas que hay que mejorar empezando por la seguridad, el
sistema de transporte público y el tránsito vehicular, la necesidad de ejecutar
obras de infraestructura, aumentar las áreas verdes, mejorar los índices de
contaminación, entre otros.
Todos sufrimos los problemas y por tanto todos somos parte de la solución.
Sin embargo los primeros responsables de plantear y ejecutar las tareas son las
autoridades municipales a las que elegimos cada cuatro años.
Que nuestra ciudad no sea apreciada y gozada solamente por los turistas que
nos visitan sino por todos los que la habitamos.
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