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lunes, 1 de julio de 2019

PUNO: UN ROMANCE QUE DURA 33 AÑOS

Fui a Puno por primera vez hace 33 años, en los años que atravesábamos una profunda crisis como país.

Llegué desde Arequipa en un tren de segunda clase. Arribamos a Juliaca a las 6:00 de la mañana y trás una parada de unos 30 minutos continuamos rumbo a Puno. Todas las estrecheces fueron por cierto compensadas con el cielo estrellado que vimos durante el trayecto nocturno.

En aquellos años Puno no tenía la actual infraestructura hotelera ni menos los tan buenos restaurantes con los que cuenta hoy en día. Hoy hay grandes hoteles como el Libertador, el Sonesta o el Casa Andina pero mi favorito es el Qalasaya a la espalda de la Municipalidad Provincial, desde cuyas habitaciones en los pisos altos podemos ver el amanecer en el lago. De los restaurantes, tres son mis favoritos, el Mojsa, la pizzeria El Búho y el Café Bar La Casa del Corregidor.

Mi amor a primera vista con Puno sin duda alguna se debió al imponente Lago Titicaca, cuyas aguas recorrí en una embarcación lenta, si la comparamos con las actuales. Hoy hay otros atractivos ya en valor como Pomata , Juli, Aramu Muru, Lampa, Tinajani, Capachica, Sillustani, Pucará, Anapia, Carabaya y tantos otros.

Rec
orrimos la ruta que hoy todos recorren, las Islas de los Uros, Taquile y Amantani, cuyas tradiciones se mantienen pese a los años transcurridos.

Una de las anécdotas de aquel viaje fue un compartir en un bar de la avenida Lima donde en medio de una animada conversación con gente de diversas nacionalidades escuché una de las más grandes canciones de todas las épocas, Escalera al Cielo de Led Zeppelin.

He regresado a Puno muchas veces, en diferentes meses y por diversas razones y siempre he gozado de su magia y la majestuosidad del Titicaca y también de la religiosidad de un pueblo que celebra a la Virgen de la Candelaria.

Un saludo para todo ese pujante pueblo que vive en esta región y en especial para nuestro amigo Gustavo Ibarra.

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