Tres hechos marcan desde ya el destino de la
ciudad de Lima; uno es la realización de los Juegos Panamericanos en el 2019; dos años después, se celebrará el Bicentenario de la Independencia del Perú
y en el año 2035 celebraremos el Quinto
Centenario de la Fundación de la
ciudad.
Pese a que aún falten 4 años para la realización
de los Juegos, el tiempo juega en contra más aún cuando no se ha definido qué
obras se construirán y recién se ha nombrado hace 5 días los miembros del
Comité Organizador de Lima 2019 (Copal).
El
impacto de la realización de estos juegos no solo se reflejará en la inversión en infraestructura sino en la
transformación de la ciudad. Por
ejemplo, se espera que para el 2019 la Línea 2 del Metro ya esté operativa y
unirá Ate con el Callao.
Sin embargo poco se hace y mucho se dice sobre qué
hacer, por ejemplo, para conservar el Centro Histórico. Luego de 24 años que la Unesco lo declarara Patrimonio Cultural de la
Humanidad aún gran parte de sus edificios y casonas requieren ser restaurados,
las normas municipales de protección de sus monumentos no se cumplen (por
ejemplo aún no se retiran las imprentas del Centro que ocupan importantes
casonas) y la inversión privada para realizar restauración y conservación es
limitada debido a que no hay aún un marco legal claro que promueva ésta.
Sin embargo los esfuerzos por plantear soluciones
se dan desde diversos ángulos como por ejemplo el evento Limapolis 2015, foro
que se llevará a cabo del 9 al 15 de este mes en la sede de la Universidad
Católica con el auspicio del diario El
Comercio. Los organizadores de este evento sostienen también que los
Panamericanos es una oportunidad para “reinventar la ciudad” e instituir una
marca-ciudad; pero olvidan o desconocen que este intento se viene dando desde el
año 2012 sin que hasta la fecha se sepan qué resultados concretos hay.
Lamentable realidad que es una perla más de cómo se administra la ciudad en
estos últimos años. Es cierto que falta una identidad y una muestra de ello es
cómo languidece la música criolla, típica de la ciudad, así como los severos
problemas urbanos que sufren zonas donde se desarrolló este género musical como
son Barrios Altos, Rímac, La Victoria, Breña y Monserrate.
Dos miradas importantes deben ser motivo de
interés de los planificadores de la ciudad. Una de la cual mucho se ha dicho es
qué hacer con la Costa Verde y otro
que recién se comenta, la misma que es planteada por el especialista Jorge Ruiz
de Somocurcio en cuanto a la utilización
de los espacios adyacentes a los ríos que hoy se encuentran deteriorados.
Importantes ciudades han usado estas áreas para el desarrollo urbano con gran
éxito como por ejemplo la ciudad de Londres y los espacios adyacentes del río
Támesis. Lima tiene la oportunidad de replicar esto con las obras que se han
planeado con la construcción de la Línea Amarilla que correrá paralela al río
Rímac.
Pero los cambios no son se tienen que dar desde la
construcción de nueva infraestructura sino por ejemplo con el pleno funcionamiento de la Asamblea Universitaria, órgano de
coordinación entre las municipales distritales y la Metropolitana; la creación
de una Autoridad Autónoma del Transporte de Lima y Callao y ver si el PLAM 2035
(Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima y Callao fue finalmente un
esfuerzo importante de planificación o por desgracia, esperamos que no sea
así, un estudio más que dormirá en un anaquel de algún burócrata de la
Municipalidad Metropolitana.
Finalmente, Lima
necesita una nueva articulación del espacio físico a través de nuevas
circunscripciones territoriales. Los 43 distritos son “islas de poder” que no
permiten una administración racional y eficiente de los recursos como los del
Serenazgo o las compras de bienes y servicios. Esta tarea es urgente y a pesar
de ser un planteamiento “impopular” es imprescindible. No es posible que en
pleno siglo XXI, distritos como Magdalena y San Isidro “se peleen” por límites
cuando ambos son prácticamente una continuidad.
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