Los viajes serán siempre los
mejores libros para conocer en vivo nuevas costumbres, culturas, personas,
fascinantes paisajes, así como la posibilidad de conocernos mejor a nosotros
mismos. Salir de nuestra zona de confort, de la rutina, del taladrante ruido y
polución de las mega ciudades como Lima, ya es un maravilloso regalo para los
sentidos, el espíritu y nuestro organismo.
En marzo, hice un alto a las
urgencias, así como a las actividades del quehacer diario que nos impone la
vida moderna y realicé una de las experiencias de viaje más esperadas y espectaculares
de estos últimos años. Después de poner lo necesario en mi mochila - la
rojita - , gran compañera de viajes y aventuras y con capacidad para 40 litros, emprendí otra
nueva aventura, esta vez rumbo a una de las islas más acogedoras, coloridas y
grandes del inmenso lago mar del Ticaca,
cuyas ondulantes aguas ya esperaban por mi. Qué emoción volver a ver este
infinito lago que me cautivo desde la primera vez que lo conocí.
Hay varías caminos para llegar a
Puno y a su bello lago, esta vez elegí la ruta: Lima – Arequipa – Puno – Amantani. De hecho una de las mejores para
llegar a estas poblaciones altiplánicas.
A continuación un recuento de lo
que acaeció en esos días.
Día 1. Salida de Lima en el primer vuelo hacía Arequipa. El vuelo
duró 1 hora 10 ‘ aproximadamente. Es recomendable tomar el primer vuelo pues
esto permite realizar un city tour en la ciudad de Arequipa.
Día 2. Rumbo a Puno en bus de turismo. Recomendable esta opción, porque
nos permitió conocer tres interesantes lugares de la ruta Arequipa – Puno. El Mirador de Flamencos y la encantadora laguna Lagunillas, valen la pena para elegir
esta opción. El viaje duró un aproximado de 6 horas, disfrutando de la
enigmática belleza de la Reserva de Aguada Blanca y así como admirar
importantes rebaños de llamas, alpacas y ariscas vicuñas.
Día 3. Travesía por el lago Titicaca rumbo a la isla elegida.
Después de un energético desayuno y bienvenida del lago, partimos hacia nuestro
destino final de este viaje, la isla de Amantani.
Previa parada en la Isla flotante de los Uros y conocer de cerca el mundo
aimara y su singular población que depende fundamentalmente de la totora (planta
típica del lago) continuamos la travesía
por este inmenso lago hasta llegar a la isla. El viaje duró 3 horas de fascinante disfrute, en cómodas
y seguras embarcaciones.
Me emocionó la recepción de los
pobladores de Villa Orinojón una de las 10 comunidades de la isla de Amantani. En
ese entrañable puerto abierto a la vida, a la diversidad de costumbres e
idiomas, esperamos con ansias la designación de nuestros anfitriones para estos
dos días en Amantani. No esperé mucho para saber que Magdalena (una simpática joven con cierta discapacidad, pero de
corazón y mente abierta) sería mi anfitriona. En menos de 30’ los 20 viajeros (9 alemanes, dos inglesas, dos españolas, 2 brasileros, 2 coreanas 1
holandés, 1 méxicano y 1 peruana – osea yo ) que compartimos esta historia,
estuvimos a lado de nuestros anfitriones listos para disfrutar de las ventajas
y beneficios del turismo vivencial y emprender una caminata cuesta arriba,
hasta llegar a nuestras coloridas casitas cerca al cielo y con imponentes vistas
al lago.
Nuestra casita temporal, parecía
salida de los cuentos, llena de flores, hierbas aromáticas, con balcones con
vista al lago, con anfitriones además de simpáticos, amistosos y pendientes de
que disfrutemos la estadía. Nuestra habitación fue básica, pero limpia. Un
energético almuerzo preparado por Magdalena nos puso “super power” para nuestra
estadía en la isla.
3 P.M Reunión en la plaza
principal con todo el grupo de viajeros, para compartir otra singular caminata
hacia la parte más alta de la isla, El centro arqueológico y sagrado de Pachapata. Una caminata de exigencia
intermedia, pero que es compensada por las alucinantes vistas del lago y un
paisaje que sorprende y encandila a cada paso. Desde la cima, el panorama es
realmente subyugante, una mezcla de ritual
personal y ese ohhhh que maravilla!!!
De regreso al pueblo, un compartir cosmopolita en el bar de la
comunidad. Un calientito al estilo Amantani, nos devuelve el aliento y
brindamos por ser parte de ese maravilloso momento y entorno natural. No queda
duda que solo los viajes, nos permiten vivir a mil por hora.
De regreso a casa y previa larga conversa con Magdalena, que
nos contó la historia de Villa Orinojón,
disfrutamos de una deliciosa cena vegetariana. Sobre las 8 p.m nos alistamos
para participar en la fiesta de bienvenida, en el salón comunal. Indispensable
la asistencia es con ropa típica del lugar, pero no hay problema, nuestra
anfitriona tenía listo nuestro traje.
Muy bello por cierto.
¿Imaginan una fiesta con músicos
en vivo, sobre un poco menos 4 mil msnm,
con luna llena reflejada en un lago infinito? Es imposible contar esa
maravillosa sensación, la única forma de sentirlo es vivirlo.
Día 4. Despertar viendo el
lago, con una temperatura de 8 grados y un cielo de azul intenso, fue la fresa
en el pastel. Un singular desayuno con panqueques (que tanto me recuerdan a
mamá), esta vez de quinua y queso ahumado nos devuelve a la realidad. Caminata para sus callecitas empedradas,
todas con la mirada al lago , que permiten tomar cientos de fotos – genial las
fotos digitales - podemos captar muchas
y no perder ningún detalle de esta isla, del paso de sus gente, de sus flores
de colores intensos, de sus sembrios de papa,
quinua, oca, habas y demás frutos tan milenarios como esta isla.
Mientras espero la embarcación
que nos llevará a otra Isla y a vivir otra historia, remojo mis pies en estas
gélidas aguas y voy grabando cada singular
escenario de Villa Orinojón.
una población que vive en armonía con el lago, con sus montañas (sus apus) con
sus vecinos y consigo mismos. Lección aprendida y puesta en la mochila de mi
corazón y mente.
Si llegaste hasta este
punto, significa que eres un viajero que busca emociones únicas, intensas y
seguras. Te sugerimos ponerte en contacto con ecoreservas@ecoaventuravida.com para diseñar tu próximo destino a mágicos y
fascinantes lugares como la Isla de Amantani. Nos vemos en la próxima “Crónicas
de Viajes”.
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