En el diario El Comercio, el
periodista Carlo Trivelli expone con meridiana claridad sobre la falsa
disyuntiva entre la “modernidad” (proyectos de inversión en infraestructura) y la preservación de
restos arqueológicos que podrían estar ubicados en donde se quiere hacer éstos.
Un dispositivo que pone como plazo 20 días para determinar si hay o no
restos de nuestro pasado, ha sido el detonante para que muchas personas
levanten su voz de protesta por lo que podría ser el inicio de la destrucción
masiva de huacas y otros restos. Un ejemplo lamentable es Puruchuco donde se construirán dos túneles que posibilitarán la
ampliación de una importante vía a costa de poner en riesgo este importante
centro arqueológico de notable valor histórico.
Sin embargo, el plazo planteado en la dación del mencionado dispositivo no es en si el problema sino la eficiencia con la que deben trabajar
los organismos estatales como el Ministerio de Cultura; no solo para determinar
si hay o no restos arqueológicos sino para contar con un adecuado catastro de
ellos y su adecuada conservación. Para todo ello, el Estado debe presupuestar los
recursos necesarios para hacer el trabajo eficiente y establecer previamente qué hacer con los restos encontrados.
Como bien dice Trivelli, lo
importante no son los restos y objetos hallados sino la información que aportan
sobre nuestro pasado y lo que ello conlleva como “identidad”, factor indudable
de desarrollo.
Lima es una ejemplo de lo que no debe hacerse en cuanto no solo
conservación de restos sino de infraestructura y patrimonio histórico.
Recordemos nomás qué pasó con las murallas
coloniales que sobrevivieron a los terremotos. Solo se conservan restos en
el Parque La Muralla.
Ni qué decir de los tranvías que
dieron paso a ampliación de avenidas y hoy hubieran seguido siendo un medio de
transporte masivo eficiente y ecológico.
La inacción del Estado para promover la conservación de nuestro patrimonio
se refleja en el estado ruinoso de
muchas casonas no solo en Barrios Altos, Rímac o Monserrate; sino a pocos
metros del Palacio de Gobierno. Ello refleja sin duda la poca importancia
por nuestro pasado y sobre todo por nuestra identidad. Otro ejemplo lamentable
fue la destrucción de la Portada Morisca
en la entrada de la Avenida Arequipa cuya replica hoy la vemos en el Parque de
La Amistad en Surco.
El estudio de los restos no solo
sirve para aportar información sobre nuestro pasado sino que una vez puestos en
valor, forman parte de nuestro patrimonio cultural, por el cual miles de turistas (divisas) vienen hasta nuestro país para admirarlo. Está claro que el Estado tiene un papel preponderante pero no olvidemos el
papel de los privados. Ejemplos valederos de ello son el Museo Larco o el Osma, administrados por privados y que son de los
mejores en su temática.
A solo 22 años del V Centenario de
la fundación española de Lima, un arduo trabajo espera para sacar lustre al
título de Patrimonio Cultural de la Humanidad (Centro Histórico) y a esta
tarea, hay que agregar el importante papel del diario El Comercio y de la
propia Municipalidad Metropolitana que buscan revalorar el pasado preinca de la
ciudad, resaltando que más allá de ser colonial o republicana, Lima tuvo un
pasado grandioso y de importante contribución a lo que hoy es la ciudad.
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